En la hierba ballestera, las levaduras que se alimentan de su néctar aumentan hasta en seis grados centígrados la temperatura de esta especie.
Un equipo dirigido por el
investigador de la Estación Biológica de Doñana (EBD) de Sevilla
Carlos Herrera ha descubierto que las levaduras aumentan hasta en
seis grados centígrados a las plantas que florecen en invierno por
el calor que generan cuando procesan el néctar de sus flores.
Herrera, profesor de investigación del CSIC y uno de los
científicos españoles con mayor impacto internacional de sus
publicaciones, ha explicado en una entrevista que este
hallazgo confirma la potencialidad de las interacciones entre
plantas y levaduras, un asunto sobre el que investiga desde hace
casi un lustro.
Aunque el papel de las levaduras en las plantas se conoce desde
hace décadas, el equipo de Herrera ha confirmado ahora los procesos
ecológicos que generan estos hongos unicelulares y ha demostrado por
primera vez que "el metabolismo tan intenso" de la transformación de
la sacarosa del néctar genera hasta cinco o seis grados centígrados
de calor que permite calentarse a estas plantas invernales.
Este "gran potencial" de los estudios sobre el papel de estos
hongos unicelulares y sus relaciones con plantas y polinizadores
resulta crucial no sólo en el ámbito ecológico sino en campos como
la agricultura, la biotecnología o la industria alimentaria, según
Herrera.
"Donde encontramos muchas levaduras no encontramos bacterias; ahí
está pasando algo y hay una interacción entre hongos y bacterias que
puede tener un interés enorme en cuestiones como, por ejemplo, el
control bactericida de cultivos", ha explicado.
Este investigador sevillano ha comprobado en la hierba ballestera
(helleborus foetidus), una planta común que florece en invierno, que
las levaduras que se alimentan de su néctar aumentan hasta en seis
grados centígrados la temperatura de esta especie por el calor que
generan cuando metabolizan estos azúcares.
Este hecho, probablemente, explicaría la supervivencia en
ecosistemas como la Sierra de Cazorla (Jaén) de la hierba ballestera
y de otras plantas que florecen en invierno, pese a la nieve y las
gélidas temperaturas.
"Ahora sabemos que la interacción entre plantas y animales no es
binaria sino que hay un tercero (la levadura), en discordia o en
forma de triángulo amoroso", ha explicado Herrera.
En su opinión, "si la levadura fuese dañina, la selección natural
habría purgado este sistema hace tiempo; si no lo ha hecho es porque
o bien la planta, o el polinizador, o ambos, están sacando alguna
ventaja de ello, aunque sea en determinadas circunstancias", ha
apostillado.
Este investigador de la EBD ha enfatizado "la potencialidad
biotecnológica" de las levaduras, de las que existen miles de
especies aún sin estudiar, y ha señalado que a su conocida capacidad
para fermentar sustancias o sobrevivir en ámbitos teóricamente
imposibles, como elementos con un sesenta por ciento de sacarosa, se
une ahora la constatación de que también generan calor.
Este estudio del equipo de Herrera, editado en febrero por la
publicación especializada Proceedings of the Royal Society, ha sido
reseñado recientemente por diarios como The New York Times y
semanarios como Der Spiegel.
Herrera dirige a una docena de investigadores del grupo de
interacciones plantas-animales de la EBD que ha identificado un
centenar de especies de levaduras en el sur de España.
Estre equipo trabaja también en México y en África del Sur,
aunque desarrolla buena parte de sus investigaciones en el parque
natural de Cazorla, Segura y las Villas (Jaén) donde el CSIC posee
la estación de campo de Roble Hondo, única en su género en España.