La aventura de la cooperativa aceitera refleja un cambio para vender fuera
Empujado por la crisis, Guadalcanal está cambiando de chip para globalizarse... Otra vez. Este pueblo de 3.000 habitantes en la Sierra Norte, a 110 kilómetros de Sevilla, se ha propuesto relanzar su nombre por el mundo como ya hizo cuando su paisano Pedro de Ortega Valencia lo usó en 1568 para bautizar en el océano Pacífico la homónima isla de Guadalcanal, del archipiélago de las Salomón, inmortalizada luego por la batalla de la II Guerra Mundial entre Japón y Estados Unidos.
Esta vez la internacionalización del Guadalcanal sevillano va de la mano de su aceite de oliva virgen como embajador. La historia de cómo la cooperativa San Sebastián, que agrupa a unos 500 pequeños olivareros del municipio y de las vecinas localidades de Malcocinado y Fuente del Arco (Badajoz), ha comenzado a hacer las Américas como hace cinco siglos, exportando allí sus botellas con zumo de aceituna color amarillo-oro verdoso, es un ejemplo en miniatura de cómo numerosas pequeñas y medianas empresas (pymes) se han lanzado a la búsqueda de nuevos mercados poniendo el acento en la calidad.
Es más rentable vender embotellado el aceite virgen con el sello Sierra de Guadalcanal, que a granel a empresas italianas que lo envasarán y exportarán a todo el mundo bajo la marca Italia, explica el presidente de la cooperativa, Antonio Caro.
Lamenta que al sector aceitero español le cuesta muchísimo vender sus botellas en Estados Unidos y Canadá porque las redes de comercialización están copadas allí por firmas italianas que han acostumbrado al consumidor norteamericanos a que el aceite de oliva venga con esa denominación. Por eso es habitual que los españoles vendan a granel buena parte de su aceite a intermediarios italianos que lo colocarán con su sello en América del Norte, llevándose así éstos las mejores plusvalías. Apunta que en la campaña 2011-2012, su cooperativa vendió al por mayor a intermediarios de Italia unos 120.000 kilos de aceite virgen del total de los 1,5 millones que produjo.
En cambio, dice Caro, esta limitación comercial con América del Norte no existe en la del Sur, donde no hay tanta demanda de aceite pero tampoco las marcas italianas tienen prevalencia. Sudamérica, donde la economía crece, es una apuesta estratégica. Ahí allí un terreno inmenso para que los aceites españoles se expandan con su marca. Y la cooperativa San Sebastián lo acaba de probar, a su humilde modo, creando un puente vía Chile y Colombia.
Un hijo del pueblo, el enlace
Este vínculo ha nacido gracias a un hijo del pueblo, el ingeniero químico Francisco González Jiménez, cuyos padres habían tenido aquí una fábrica de aceite. González, ya jubilado, se ha instalado desde hace unos años en Santiago de Chile y desde allí gestiona una empresa importadora en Colombia, Hispacol. Habló con José Luis, el gerente de la cooperativa de su pueblo, para que exportaran su aceite, y el primer cargamento, 20.000 litros en botellas y monodosis que, tras año y medio de gestiones, salió en un contáiner del puerto de Valencia para cruzar el Atlántico, ya se está distribuyendo en los 16 supermercados Makro de ciudades colombianas como Bogotá, Medellín y Cartagena de Indias. Es un cargamento de tamaño modesto pero de significado trascendente: es la punta de lanza de su futura expansión. El camino ya está abierto. "Este paso ha marcado un hito en Andalucía desde el punto de vista de la capacidad exportadora de una pequeña empresa de un pequeño pueblo", dice orgulloso Francisco González por correo electrónico.
Un sostén para los vecinos
Esta apuesta por la exportación a nuevos mercados del aceite embotellado es fundamental para el pueblo, explica Antonio Caro, porque necesitan mejorar la rentabilidad de las cosechas, que ahora apenas cubren los costes. "Hay que vender envasado, porque al por mayor el beneficio se lo llevan las comercializadoras, y la envasadora crea trabajo". Dice que en 2012 vendían a granel a 1,32 euros el kilo de aceite cuando "el precio justo para ser rentable" sería de entre 2,4 y 3 euros. Sólo venden envasado 200.000 de los 1,5 millones de litros que producen. La clave, añade, es resaltar la peculiaridad de su producto, basado al 75% en una variedad autóctona, la aceituna pico limón.
Recuerda que la economía del olivar se ha convertido en el sostén casi único de Guadalcanal tras el cierre de tres de las cuatro fábricas de ladrillo refractario que había. La ventaja de sus 5.000 hectáreas de olivos que "tiene el que menos doscientos años" es que "todo el pueblo participa" de los beneficios debido al predominio de los terrenos de minifundio. Los 500 cooperativistas tienen de media 8-10 hectáreas, con entre 210-220 árboles por hectárea.
En julio irá a Colombia a ver su aceite. Pero no se detendrán allí. Cuenta que preparan exportar también a Ecuador y algo a Venezuela, y que además ya han hecho un pequeño envío de mil litros a Miami. ¿Y China? Por supuesto: allí vive otro hijo del pueblo que también planea importar al gigante asiático el oro líquido de su lejano terruño serrano.
