Este invento servirá para realizar uno los objetivos que persiguen en la expedición Malaspina: hacer el mayor muestreo jamás hecho hasta ahora a escala global.
El investigador del Grupo de Ecología de la
Universidad de Cádiz, Ignacio González-Gordillo, y su equipo han
patentado una botella oceanográfica que permite filtrar grandes
cantidades de agua en una sola maniobra para recoger muestras de
plancton, lo que ahorrará tiempo y dinero a los investigadores.
Este
nuevo invento, "como todos los inventos de mayor éxito", afirma
González-Gordillo, surge de la necesidad. "Íbamos a embarcarnos en la
expedición Malaspina 2010, acontecimiento único que nos daría la
oportunidad de explorar las aguas profundas de todos los océanos del
planeta, y nos surgía un problema. Sería extraordinario recoger
muestras de microplancton a 4.000 metros de profundidad. Estos
organismos tienen un tamaño aproximadamente de 20 micras a 200 micras
(una micra es la milésima parte de un milímetro), del tamaño del
agujerito que dejaría un alfiler", explica. Para lograr su objetivo
tenían dos opciones: las tradicionales botellas oceanográficas que usan
los buques oceanográficos (como el Hespérides) y que recogen muestras
de 12 litros de agua, o las redes de plancton.
"Con
los 12 litros de las primeras no teníamos suficiente. Creemos que la
densidad de estos organismos a tanta profundidad es muy pequeña y
necesitamos mucho agua para obtener una muestra representativa de las
poblaciones de esos organismos (de miles a millones de esos bichitos
serían necesarios). Así que resultaría costosísimo bajar tantas veces
la roseta oceanográfica para recoger las múltiples muestras de agua
indispensables para la investigación", asegura el profesor
González-Gordillo. La otra alternativa sería usar las tupidas redes de
plancton. "En superficie (hasta unos 200 m de profundidad) no se usan
porque hay mucha densidad de organismos y las redes se colmatarían
rápidamente, aunque pensamos que a 4.000 metros sí podrían ser útiles".
Sin embargo, el coste de tiempo (unas 4 horas de maniobra por muestra)
y dinero vuelve a ser el problema fundamental.
Por
eso, "pensamos que lo que necesitábamos era algo que, aprovechando el
uso de otros equipos, filtrara suficiente agua. Así surgió la idea,
dándole vueltas a la solución con un chuletón delante y dibujando en
una servilleta una botella que fuera capaz de filtrar el agua en su
recorrido de subida".
El profesor
González-Gordillo y su equipo están contentos porque "ya se ha corrido
la voz. De hecho a la expedición vamos prácticamente el 70% de los
oceanógrafos españoles. Creemos que resuelve muchos problemas a los
oceanógrafos porque no existía una instrumentación científica de este
tipo". De hecho ya hay una casa interesada en su comercialización.
Los secretos del fondo marino
Este
invento servirá para realizar uno los objetivos que persiguen en la
expedición Malaspina: hacer el mayor muestreo jamás hecho hasta ahora a
escala global para analizar el plancton de las zonas más profundas de
los océanos. "Queremos saber cómo funcionan las cadenas tróficas allí.
Ya sabemos mucho de cómo lo hacen en superficie: básicamente el
fitoplancton es comido por el zooplancton, este por los peces, y estos
a su vez por los grandes predadores. Además, hay otra cadena trófica
paralela en la que destacan unos organismos a medio camino entre el
zooplancton y las bacterias (los flagelados y ciliados) que hasta hace
tan sólo 20 años no se sabía bien cuál era su función en los
ecosistemas. Sin embargo, son fundamentales porque intervienen en el
reciclado de los desechos del océano. Cierran el ciclo", explica
Ignacio González.
Estos organismos son
mayoritarios en el fondo oceánico pero lo que hacen allí no lo sabemos.
No sabemos si controlan la regeneración nutrientes como en la
superficie ni cómo lo hacen; no sabemos cuántos hay o cuál es su
metabolismo en zonas sin luz, escasas corrientes y bajas temperaturas".
"Nos interesa saber cuántas especies existen (su diversidad),
identificar nuevos organismos, conocer de qué se alimentan y qué
mecanismos emplean para respirar, puesto que el estudio de sus
características metabólicas que podrían exhibir en estas aguas podrían
suponer un avance en otros campos de investigación, como la genética",
señala.
El resultado,
después de seis meses de trabajo y la ayuda de la OTRI de la
Universidad de Cádiz para registrar la patente, ha sido un híbrido
entre una botella oceanográfica con una carcasa exterior de PVC y una
red de plancton, de un nylon especial de 20 micras de poro, insertada
dentro de la botella. Ha sido diseñada para que se pueda colocar en la
tradicional roseta oceanográfica y pueda utilizar los mismos mecanismos
de cierre de las otras botellas. A medida que el conjunto se va
desplazando en la columna de agua de 4.000 metros de profundidad a
2.000 metros, los organismos van entrando y quedandose retenidos en la
red. Al llegar a los 2.000 metros se activa el mecanismo de cierre y se
impide la entrada de organismos de las capas más superficiales. De este
modo se pueden filtrar 8.000 litros de agua en una sola maniobra
evitando la pérdida de tiempo y dinero. "Ganamos una muestra
representativa de la fracción del plancton prácticamente gratis",
asegura el profesor González-Gordillo.