Según los datos que maneja la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Los precios agrícolas, que se encuentran en
máximos históricos, deberían bajar de los picos actuales pero seguirán
durante toda esta década en niveles sustancialmente superiores a los de
los años 2000, según la OCDE y la FAO.
Los precios alimentarios
se han duplicado de media en los últimos diez años y en mayo eran un
38% más elevados de los que se daban en junio de 2010 y eso tiene "un
impacto considerable para las poblaciones pobres, subrayó el
director general de la Organización de Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO), Jacques Diouf.
Otra
consecuencia es que los países en desarrollo deficitarios de alimentos
tendrán que importar este año por valor de 210.000 millones de dólares,
frente a los 165.000 millones en 2010, destacó Diouf en la presentación
a la prensa del informe anual de perspectivas agrícolas elaborado junto
a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Durante el periodo de la previsión, de aquí a 2020, "la inestabilidad
de precios podría ser una constante" y eso plantea problemas porque "la
inestabilidad es un factor de incertidumbre para las inversiones" que
hacen falta para aumentar la producción en respuesta al incremento de
la demanda, argumentó.
El secretario general de la OCDE, Ángel
Gurría, insistió en que es necesaria "una respuesta política" a esa
volatilidad y eso sin poner más medios financieros, sino ofreciendo más
información en los mercados y haciendo éstos más transparentes.
Tanto Gurría como Diouf pusieron el acento en la "distorsión" que
generan en los mercados las subvenciones, y este último afirmó además
que "los subsidios se hacen en beneficio de unos grupos y en perjuicio
de otros", por lo general los más vulnerables de países que no tienen
medios para dispositivos de ayuda a los campesinos.
Sobre los
precios propiamente dichos, la OCDE y la FAO calculan que de aquí a
2020 serán superiores a los de la década de los 2000, un 20% más para
los cereales y un 30% para la carne.
En detalle, las
organizaciones esperan una estabilidad en términos reales del trigo o
la carne de vacuno, subidas de poco más del 10% para las oleaginosas o
la carne de cerdo, en torno al 15% para el arroz, o alrededor del 20%
para el azúcar, el maíz, los aceites vegetales o el biodiesel.
Los mayores encarecimientos se esperan en la carne de ave (superior al
30% en términos reales), la mantequilla (alrededor del 45% en la década
actual respecto a la pasada) o el etanol (+55%).
El incremento
de precios será del 20% para las especies de pesca, donde se espera una
disminución de las capturas por el agotamiento de los recursos, y del
50% para la producción de las piscifactorías, que van a seguir
aumentando su peso relativo y proveerán más de la mitad de la oferta
mundial de pescado en el horizonte de 2020.
La producción
agrícola global debe progresar hasta 2020 a un ritmo medio del 1,7%
anual, frente al 2,6% de subida en los años 2000, pero como se espera
que la población mundial crezca al 1%, eso debería aumentar un 0,7% la
producción per cápita.
Esa media encubre notables diferencias
regionales, con una notable mejora de la disponibilidad de alimentos
para los habitantes de Asia y Latinoamérica, y un déficit que se va a
agravar en el África subsahariana.
Diouf señaló que el cambio
climático va a tener una importancia creciente en la agricultura
mundial, en particular porque los expertos predicen que en las zonas
tropicales la producción podría reducirse en torno al 30% y la escasez
del agua será más acuciante.
Otro reto para la seguridad
alimentaria es el desarrollo de los biocarburantes, que de acuerdo con
los autores del estudio van a absorber una parte más importante de la
producción agrícola al final de la década: un 13% de los cereales
secundarios (el maíz), un 15% de los aceites vegetales y el 30% de la
caña de azúcar.
"Los biocarburantes en sí no son un problema si
son competitivos" sino que "el problema fundamental son las políticas
para incitar su uso", indicó Diouf, que cargó contra la fijación de un
porcentaje de biocarburantes en los combustibles y recordó que las
subvenciones a ese sector suponen 13.000 millones de dólares.
Gurría añadió para ilustrar la inconsistencia de esas ayudas que con la
política de subsidios a los biocarburantes se han llegado a pagar 1.000
dólares para evitar la emisión de cada tonelada de dióxido de carbono,
cuando en el mercado esa misma tonelada de CO2 cotizaba a un precio
veinte veces inferior.