Las pérdidas estimadas para la campaña que acaba de concluir ascienden a más de 25 millones de euros.
Los últimos datos recogidos en referencia a
la campaña de patata temprana confirman
la continuidad de la negativa trayectoria sufrida por este sector en los
últimos cuatro años. A la ya negativa situación del mercado se han sumado
factores externos que han contribuido a agravar aún más la situación, factores
como la reciente crisis del pepino, las intensas lluvias del pasado año, o la
huelga de transporte entre otras.
Centrándonos en la campaña de patata temprana
podemos afirmar que las consecuencias de la crisis de E-coli (conocida
popularmente como la crisis del pepino), han sido desastrosas. El estallido de
la crisis se produjo en la fase punta de recolección de la patata
temprana, por lo que el cierre de mercados que trajo consigo supuso que una
cantidad significativa de patatas no se pudieran enviar a los mercados
principalmente alemanes. Por otro lado,
la recuperación de la demanda no fue inmediata después de la apertura de
fronteras: esta recuperación fue muy lenta y espaciada en el tiempo, provocando
un exceso de oferta que hizo caer los precios a niveles imposibles de mantener
en mercado de exportación. En el mercado nacional la situación se agravó más si
cabe al intentar colocar aquí los excesos de oferta a la exportación.
En definitiva, las pérdidas
estimadas ascienden a más de 25 millones de euros. El cierre de fronteras ha
supuesto una bajada de precios de un 50%, pasando de los 0,25 €/kilo en origen
a 0,12€/kilo en origen. En algunos casos ha supuesto una reducción muy
significativa de márgenes de rentabilidad, en otras la causa de pérdidas al
posicionarse el precio por debajo de los costes de explotación, lo que ha
obligado a dejar la patata en el campo sin recolectar para intentar igualar
oferta y demanda.
A ello debemos unir que, a pesar
de los esfuerzos realizados desde instituciones como Asociafruit (donde se
integra el sector de patata temprana de Andalucía) y FEPEX, la patata no ha
sido considerada como uno de los productos afectados por la crisis E-coli y por
tanto ha quedado fuera de las
compensaciones asignadas. Lo mismo ha sucedido con la frutas de hueso (melocotón, nectarina,
ciruela, principalmente), la sandía y el melón, llevándonos esto a considerar que han sido los productos más
notorios los que han recibido la compensación y quedando fuera los que tienen
menor repercusión mediática.
Sin embargo, patata, fruta de hueso, melón y
sandía por ejemplo sí han sido incluidos entre aquellos productos que van a
recibir una ayuda del 80% para la realización de
programas de promoción en los mercados que han sufrido con la crisis. Desde FEPEX
y Asociafruit se ha rechazado la posibilidad de presentar propuesta alguna ya
que se entiende que el sector no debe hacerse cargo de este programa de
promoción, siendo el causante de la crisis el que tiene que compensar en su
totalidad haciéndose cargo de su coste íntegro. Además es necesario aclarar que
desde el sector en ningún momento se han solicitado ayudas, lo que se ha
solicitado es que se le compense en su totalidad por los cuantiosos daños
acumulados.
Si en este contexto tenemos en cuenta que las
previsiones para el año próximo no son halagüeñas por la incertidumbre socioeconómica
reinante, se teme una pérdida significativa de relevancia de la patata en los
campos andaluces, y españoles.
Otro factor potenciador de dicha
incertidumbre viene dado por la agresividad de las importaciones de patata
conservada, procedente principalmente de Francia. En un mercado indiferenciado
en el que el consumidor final no está informado sobre las claras diferencias de
sabor y de propiedades nutricionales entre un producto fresco como la patata
temprana y la patata vieja conservada importada, la situación competitiva de la
patata nueva es progresivamente más débil al tener que competir en precios con
un producto de un nivel de calidad significativamente menor. Los precios a los
que se ven forzados a competir con esta patata vieja conservada importada son
inviables estando por debajo de costes.
A esto hay que añadir que desde el sector se
quiere destacar el fraude en el que en ocasiones se incurre en el punto de
venta en cuanto a la información que aparece en el etiquetado y en la
cartelería, etiquetando lo viejo como nuevo. Etiquetado que además, favorecido
por la actual normativa, no ofrece al consumidor una información fácil y rápida
que le ayude a identificar si se trata de patata nueva o de conservación.
Además,
el consumidor sensible con la sostenibilidad del medio ambiente debe conocer el
alto coste ecológico de la patata conservada importada, con una huella
ecológica radicalmente mayor que la patata nueva cultivada en nuestras tierras.
En los países europeos está implantándose mayoritariamente la cultura de
piensa global, consume local, que consiste en la preocupación por el
medioambiente y la ecosostenibilidad, optando por el consumo de productos
frescos cultivados en el entorno cercano, sin necesidad de conservación. Se
trata de un factor de importancia creciente al que se le une de forma destacada
el mayor sabor derivado de su frescura, propiedades que el consumidor debiera
tener en cuenta a la hora de hacer la compra de frutas y hortalizas.