Por fin, - y nunca mejor dicho,- se agarra el toro por los cuernos y se dictaminan a golpe de "decretazo", - ésta vez súper justificado,- nuevos controles administrativos para la maltrecha e injustamente depreciada alimentación animal. In extremis todo vale, sobre todo cuando se intenta, a toda costa, evitar problemas tan sangrantes como la EEB o como las dioxinas, los que otrora no eran cuestiones primordiales a tener en cuenta. Eran "pecata minuta", pues añadir cualquier bazofia a los piensos era cuestión natural para esas bestias que se lo comen todo y no protestan porque ni siquiera piensan. Y es que los legisladores andan muy a menudo in albis hasta que el desastre ocurre in situ.
Así , el Real Decreto 354 / 2002 fija los principios relativos a la organización de controles oficiales en el ámbito de la alimentación animal, de tal manera que los veterinarios y los propios ganaderos deben informar a las autoridades si dudan de la salubridad de un determinado producto. Esperemos que para el bien del tan ya infartado sosiego nacional los ganaderos duden poco de la manduca animal que se fabrica en nuestro país.
También, en dicho RD, se establecen medidas específicas para las importaciones procedentes de terceros países y para los intercambios internos entre los integrantes de la propia UE, - en especial para Inglaterra, añadiríamos nosotros, dado el bochornoso currículum vitae de los británicos en materia de seguridad alimentaria - y se propone un régimen sancionador en materia de defensa del consumidor y de la producción agroalimentaria.
No cabe duda, que ésta norma legal obliga al establecimiento de unas Buenas Prácticas Productivas (BPP) que garanticen la salubridad de los piensos animales que se traduce, a fin de cuentas, en asegurar la salud de los animales usuarios y por lo tanto, en el último eslabón de la cadena, la salubridad de los productos derivados de los mismos, para la completa tranquilidad del consumidor final. El Homo sapiens, se ha ganado éste apelativo por su capacidad de deducir los efectos finales de un problema motivados por determinadas causas y, por lo tanto, prevenirlos. Y éste, parece ser un caso de libro que podría resolver cualquier Homo erectus que se estime, sea sapiens o no. Invoquemos nuestras más fervientes plegarias a los cielos para que la involución narrada en el Planeta de los simios no deje de ser una mítica película con visos de convertirse en realidad.
Sin embargo, otra cuestión asaz más importante que la anterior en la que el desmadre es harto patente, es la que se refiere al extraordinario descontrol universal sobre los denominados "Alicamentos ", término herético capaz de poner los pelos como escarpias a cualquier nutrólogo que se precie. No es para menos, porque en aras de un negocio creciente y muy boyante que conjuga la farmacia y la alimentación, se están pariendo una tropa de productos milagrosos capaces de prevenir y de curar todos los males, por el mero hecho de consumirlos. Es decir, la panacea total y un timo descomunal.
Los supermercados made in USA están repletos de bebidas y coctails energéticos y potenciadores, de barritas cardioprotectoras, de productos colesterolreductores, de aguas vitaminadas y antioxidantes y todo un montón de brebajes y comestibles fraudulentos, ante los cuales la misma FDA se siente incapaz de meterles mano y de prohibir su venta. Esta serie de pseudoproductos cuya publicidad los santifica como alimentos con propiedades médicas , alimentos-medicamentos o "alicamentos ", sin ningún estudio clínico serio que lo demuestre, sólo obedecen a un concepto poco ético de hacer negocios de algunas industrias "pseudoalimentarias" y que, por supuesto, no tienen nada que ver con los "Alimentos Funcionales "que son el resultado de profundas y rigurosas investigaciones que demuestran su bondad y sus efectos saludables para el consumidor. No son, ni mas ni menos, que la versión ultramoderna de aquellos charlatanes embaucadores ambulantes que vendían potingues y tónicos milagrosos que lo curaban todo, rejuvenecían hasta las momias y reforzaban o recuperaban la potencia sexual a los impotentes o a los simplemente desganados. Total, el agua milagrosa extraída del grifo con un poco de azúcar y a precio de oro.
En cualquier caso, lo que resulta, a todas luces, paradójico es que se destinen esfuerzos considerables para mejorar la calidad y el control de los piensos animales y que, por el contrario, no se tomen serias medidas, ni siquiera la prepotente FDA americana, para controlar y restringir el uso de los mencionados "alicamentos" que si pueden afectar peligrosamente a la seguridad alimentaria.
Por el momento, en nuestros lares, sólo se atisban ínfimos intentos de comercialización de bodrios similares y en los lineales especializados en dietética, parafarmacia o alimentación especial se aburren, en general a la espera de que cualquier incauto consumidor los introduzca en su cesta de la compra.
En fin, observando tan irracionales comportamientos, la etología humana acabará por reconocer que no somos mas que un "Homo contradictorius" in aeternum.....
