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Ruta de los Pueblos Blancos

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La Ruta de los Pueblos Blancos supone para Andalucía un escenario de colorido, bienestar y lujo gastronómico inigualable. Se le adjudica este nombre, a causa de la cal que baña las casas de los pueblos que componen este bellísimo recorrido, que atraviesa la sierra de Cádiz y Málaga. Una peculiaridad de esta ruta es, que al ser tan extensa, puedes empezarla por donde quieras, ya que no tiene marcado un orden de visita. Se necesita un buen número de jornadas para poder visitar tantos lugares maravillosos, es por ello, que desde Besana.es, os informamos sobre los parajes más significativos y bellos de esta ruta inolvidable. El viaje lo comenzaríamos en Arcos de la Frontera. La primera impresión es una fila blanca de casas encaladas y salpicadas de majestuosos monumentos que se asoman a un impresionante tajo de tono rojizo a cuyos pies discurre el río Guadalete. Arcos es el prototipo de los pueblos blancos y merece la pena una visita tranquila. Numerosas fachadas barrocas o renacentistas, decoradas con escudos y salpicadas de flores, y el Alcázar deleitan la vista a cuantos las observan. La siguiente parada; Bornos. Además del impresionante pantano, en el que se puede practicar el deporte de pesca, es obligatoria la visita a Castillos del Fontanal y de los Rivera, así como la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán. De Bornos, atravesamos la sierra gaditana hasta llegar a Grazalema. En este incomparable pueblo de origen árabe, se disfruta tanto de la belleza de sus paisajes, como de su gastronomía. Una sopa de Grazalema, elaborada a partir del caldo del puchero acompañado de pan, huevo, chorizo y el incomparable aroma de las hojillas de hierbabuena; un jugoso venado en salsa y como postre, una deliciosa tarta de bellotas, reponen el estómago del viajero para seguir su recorrido hasta Zahara de la Sierra. En Zahara, dicen que el aire es diferente al de los demás pueblos de sierra de la provincia de Cádiz. Constituye con su Castillo roquero, una delicia de perspectiva, rodeada de un paisaje bellísimo de valles y cumbres, junto a un pantano de reciente creación. Como último pueblo de la sierra de Cádiz, hay que hacer parada obligatoria en Setenil de las Bodegas. Se trata de una ciudad insólita en su emplazamiento y en su urbanismo, con un conjunto de viviendas rupestres, incrustadas en la roca que conforma la ciudad y la blancura del caserío que impresiona a todo visitante. No pasar por alto la gastronomía de Setenil, destacando la sopa cortijeras, chacinas artesanales y de postre la deliciosa batata con miel. Después de recorrer toda la geografía de la sierra de Cádiz, nos sumergimos en la serranía haciendo parada obligatoria en su capital; Ronda. Una de las joyas arquitectónicas más reconocidas de Andalucía, invita al viajero a quedarse unos días. El Puente Nuevo junto con la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería son el símbolo y el alma de esta localidad malagueña. El Puente, construido en 1973 por el mismo arquitecto de la Plaza de Toros, D. José Martín de Aldehuela, de 98 metros de altura, construida en sillares de piedra extraídos del fondo de la garganta del Tajo, permitió la conexión del barrio moderno o del Mercadillo con el barrio antiguo de la ciudad. Además, posibilitó la expansión urbanística de la misma. Desde sus balcones, las vistas de las casas colgando sobre el mismo borde del precipicio, son espectaculares. Gastronómicamente, Ronda acoge todos los productos ibéricos de la Serranía que lleva su mismo nombre, pero como especialidad, rabo de toro a poder ser en el bar Los Capeas. Tras el paso por Ronda, nos dirigimos dirección Algeciras por la carretera comarcal C-341 hasta llegar a Benadalid. La configuración actual del pueblo se debe a la dominación árabe, cuando una tribu bereber, los Banu Jalid de cuyo nombre derivó el Ben-Addalid o ¿Descendientes de Jalid¿, se instaló en estos parajes. La gastronomía de Benadalid, es una de las razones por la cual se visita. La cocina de hinojos, la sopa de vinagre, los ceretes de higos blancos y el mosto, son alguno de los manjares de los que se puede disfrutar en este precioso pueblo. Y como última parada atravesamos Gaucín y Casares para llegar a Jimena de la Frontera. Los primeros asentamientos que se conocen de esta localidad, data de la época prehistórica, cuya principal muestra está representada por las pinturas rupestres de la Laja Alta. La Torre del Homenaje del Castillo de Jimena, que se conserva en relativo buen estado, es la torre más alta del conjunto (13 m) y mejor fortificada, dominante por su disposición y dimensiones. En Jimena, también es obligatorio el pararse para comer y degustar la Piriñaca, el salmorejo, la olla de tagarninas, el gazpachuelo, las torrijas o el piñonate. Así pues, la Ruta de los Pueblos Blancos supone para el viajero, un espectáculo de luz, colorido y paisajes, envueltos en el aire puro de la Sierra y amedrentado por una gastronomía típica y casera.
Martes, 7 de Mayo de 2024
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