Explicar que un mismo vino puede saber e, incluso, oler de forma diferente según la copa que se utilice es, para muchos, algo difícil de comprender, por eso hay empresas que se dedican a demostrarlo mediante catas en las que la copa se emplea como herramienta y no sólo como recipiente para saborear el vino.
Las catas de copas se dirigen principalmente al consumidor final, según explicó el responsable de Riedel en España, Jordi Segura, por eso "no hace falta entender de vinos, para notar la diferencia vale con utilizar la vista, el olfato y el gusto".
Estos requisitos han provocado un aumento en la demanda para acudir a estas catas y, en el caso de Riedel, llega a celebrar más de mil cada año por todo el mundo, según recordó Segura.
Esta empresa austríaca es la principal compañía internacional en la venta de copas de vino, sobre todo, desde que hace tres años adquiriese a sus principales competidores, y cuenta con más de dos siglos de experiencia.
Su trabajo intenta ir más allá de crear objetos de diseño, porque lo que se busca son herramientas para captar el mensaje que desprende cada variedad de vino, "lo importante es fabricar copas técnicas y no tanto estéticas para que perdure toda la esencia del vino desde la botella al consumidor", especificó Jordi Segura.
Para conseguir todo esto, los principales fabricantes de vidrios estudian las necesidades de cada tipo de uva y crean copas que ensalzan las virtudes de cada una mediante diferentes procesos de selección.
Segura explicó que tanto los materiales con los que se crea el cristal y la forma final de la copa influye a la hora de saborear un vino, "una gran muestra servida de manera inapropiada puede eliminar toda su riqueza", aseguró el responsable de Riedel en España.
De la misma opinión se mostró el sumiller Raúl González, segunda Nariz de Oro 2007, ya que explicó que el diámetro, la anchura, la altura o el tipo de cristal de una copa se deben adaptar a las características de cada tipo de vino e, incluso de uva.
Explicó en este sentido que el diámetro de una copa influye en la oxigenación de cada vino, mientras que la anchura controla la temperatura del mismo, "son aspectos muy importantes que no todos los consumidores conocen pero que se intentan explicar cuando se les sirve un vino", indicó.
Los minerales que forman el vidrio son el sodio, el potasio, el cuarzo y el plomo, siendo este último elemento el mineral clave, ya que para que una copa sea verdaderamente de cristal tiene que llevar al menos un 24 por ciento de plomo.
Este mineral es el que aporta elasticidad y transparencia a la copa para mantener el sabor de un vino en buenas condiciones, mientras que su diámetro de abertura favorece a ensalzar los aromas de una determinada muestra.
El responsable de Riedel en España explicó que las papilas gustativas de la lengua se localizan en puntos determinados y, por eso, según "caiga el vino en la boca influirá en que su sabor se aprecie más dulce, amargo, ácido o salado".
De esta manera, los diferentes diámetros de abertura de las copas provocan, además de diferentes aromas, que el consumidor tenga que inclinar más o menos la cabeza para alcanzar el contenido y esto influye en que la bebida se dirija más a la punta de la lengua o al fondo.
Así, si el diámetro es pequeño, el consumidor inclinará hacia arriba la cabeza y el vino se concentrará en la punta, potenciando el dulce, mientas que si el diámetro es mayor, potenciará el amargo, ya que la muestra tenderá al fondo de la lengua, sin contar con que la esencia del vino en cuestión favorezca más a un sabor, o a otro.
Jordi Segura comentó que para demostrar estas peculiaridades en las catas se precisa de una media de cinco copas y un mismo vino que se va degustando en cada una de ellas, "sin realizar estos pasos es imposible coger conciencia de la importancia de la copa de vino".
Además, apuntó que el desconocimiento que existe en esta materia produce que se sirvan bebidas en copas que "anulan todo su buen sabor", como el caso del coñac o el brandy de Jerez.
En este sentido, Segura explicó que "todos los humanos cuando vemos una copa en forma de tulipa pensamos que es así por diseño más que por técnica" y realmente su forma favorece a que en bebidas como estas se saboree, además del alcohol que contienen, sus dulces, "lo contrario que ocurre al degustarlas en copas tipo balón".
Hacer uso de todas estas técnicas supondría que en cada casa hubiese numerosas clases de copas y el espacio, en muchas ocasiones, no lo permite pero sin embargo, la venta que realiza Riedel en más de un 90% de los casos se dirige "curiosamente" a particulares.
El precio medio de cada copa de cristal que comercializa Riedel es de 18 euros, según explicó Segura, lo que permite que a nivel particular su adquisición sea más o menos asequible, teniendo en cuenta que no son instrumentos de uso diario.
Así, por algo más de 100 euros el consumidor puede contar en su propia casa con un juego de copas para tempranillo, shyrac o burdeos, aunque la gama de Riedel oscila desde los nueve hasta los 60 euros, como pueden ser el caso de las copas más exclusivas de champán.
España es el único país en el que menor inversión se realiza en este sentido por parte de particulares, ya que "más del 90% de las ventas de Riedel se dirigen a bodegas y restaurantes" manifestó Segura.
