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Bioetanol de segunda generación: un futuro sostenible para los biocarburantes

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El grupo de investigación Ingeniería Ambiental y de Procesos de la Universidad de Sevilla desarrolla, en colaboración con Abengoa Bioenergía N.T., un modelo de combustible de origen vegetal con el que pretende revolucionar el mundo de los carburantes. Este proyecto internacional, cofinanciado por la Unión Europea dentro del VI Programa Marco, ha sido declarado de excelencia por la Junta de Andalucía y subvencionado con 178.100 euros. Que en Europa no hay yacimientos de petróleo es un hecho. Que el susodicho oro negro es un bien finito y llegará el día en que se acabe es otro. Ante tales circunstancias, las principales Universidades y centros de investigación europeos llevan años estudiando la mejor manera de conseguir la independencia energética de los países productores de petróleo de Oriente Medio y América Latina. La realidad es que, a pesar de su inexistencia en el viejo continente, el sector de trasportes de Europa funciona irremediablemente con carburantes de origen fósil como la gasolina y el diesel, por lo que la dependencia con estos terceros países resulta inevitable. Por otra parte está la cuestión medioambiental, y es que este tipo de combustibles producen emisiones ingentes de CO2 que contribuyen explícitamente a incrementar el famoso y condenado efecto invernadero, principal responsable del cambio climático. Evolución de los biocarburantes La historia de los combustibles de origen vegetal no es algo nuevo. El primer motor diesel funcionaba con aceite de cacahuete. Este motor de combustión de alto rendimiento, presentado en la Exposición Universal de París de 1900 por su inventor Rudolf Diesel, ya usaba aceites vegetales, en concreto el del cacahuete. Gracias a esta peculiar innovación, el Instituto de Ingenieros Mecánicos de Alemania concedió al ingeniero la orden del Mérito. Sin embargo este método resultó ser mucho más caro que el petróleo, por lo que no acabó de imponerse. El proyecto RENEW, desarrollado por el grupo de investigación Ingenieria Ambiental y de Procesos de la Escuela de Ingenieros de la Hispalense, pretende afrontar el problema que suponen los combustibles fósiles aportando una alternativa más ecológica: los nuevos biocarburantes. Pero, ¿hasta qué punto es esto realmente ¿nuevo¿? Es cierto que en los últimos años hemos vuelto a oir hablar de los biocarburantes, pues hace tiempo que se está produciendo bioetanol y biodiesel en Alemania, España, Francia y Suecia. No obstante hablamos ahora de un biocombustible al que los científicos denominan ¿de segunda generación¿. Los biocarburantes producidos a día de hoy son la diana de numerosas voces críticas que alegan que conseguir producir un litro de biocombustible necesita prácticamente un litro de combustible fósil (es decir, petróleo) empleado en recolectar y trasportar la cosecha, fabricar y esparcir fertilizantes, etc. Además, algunos analistas también sostienen que la producción de este tipo de combustible interacciona directamente con el mercado alimentario, haciendo subir el precio del trigo, con la consecuente subida de precios de la harina, el pan y sus derivados. No obstante, en este último punto hay diversidad de opiniones. Pedro Ollero, principal investigador del proyecto RENEW, sostiene que ¿el porcentaje de trigo y de maíz que se utiliza para la producción de los biocombustibles es sólo un 1% del total de la cosecha, una cantidad demasiado pequeña como para alterar el precio total del resto¿. Ventajas y desafíos La principal peculiaridad de este estudio es que para la producción de este bioetanol no sólo se aprovecha una pequeña parte de la planta, sino que se hace uso de ella en su totalidad, con lo cual las producciones por hectáreas son mayores, el precio de producción es menor y no se interacciona con el mercado alimentario, ya que se pueden obtener biocombustibles de 2ª generación a partir de árboles (por ejemplo, eucaliptos) o cultivos energéticos como miscantus, que no se utilizan para alimentación. Sin embargo también hay que superar algunos retos tecnológicos, ya que el sistema de producción es mucho más complejo que el empleado en los biocarburantes anteriores. Aunque se sabe cómo deben ser, existen todavía algunas incógnitas. Concretamente, en el caso del bioetanol, se está buscando un buen catalizador (algo que favorece una reacción química) que convierta el gas de síntesis obtenido gasificando la biomasa lignocelulósica, por lo que todavía no hay ninguna planta industrial capaz de desarrollar este carburante.
Martes, 25 de Junio de 2024
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