José Antonio Sánchez de Paco
Me gustaría abrir con esta columna, gracias a la invitación de ¿Besana¿ que con honor recojo, una serie dedicada a la divulgación de la Agricultura Ecológica. Y no será ésta tarea baldía ni mal venida dada la mala prensa que, a veces por desconocimiento y otras por interés propio, se le hace a esta digna alternativa productiva, limpia, comprometida y rentable. Ojalá que contribuyamos de una manera clara, concisa y amena a que todos conozcamos mejor en qué consiste esto de la producción ecológica.
Empezando por su nombre, yo les diría que prefiero ¿agricultura¿ a ¿producción¿, me parece más cercano, pero por eso de la redundancia del lenguaje, me veré obligado a usar ambos términos. Y es momento este para aclarar que cuando nos referimos a agricultura, incluimos en ella también a la ganadería. Vieja conocida por todos, no por ello valorada, Agricultura es la madre de todo nuestro sustento directa o indirectamente. Su apellido, ¿Ecológica¿, es otro cantar, porque a muchos les suena a utopía hippie, a pisar la hierba descalzo y no matar una mosca. Y dejadme que como ejemplo del desconocimiento que comentaba os cuente una oportuna anécdota. Asistía a un curso sobre Producción Integrada (una prima hermana de la que ahora tratamos y que otro día os presento a los profanos) cuando el ponente hacía referencia a la forma de eliminar una infestación de caracoles en un incipiente naranjal ecológico. Hizo mención al uso de recipientes con cerveza en los que estos gasterópodos se ahogan atraídos por su olor, y uno de los asistentes, asombrado, preguntaba: -¿pero no es agricultura ecológica?, ¡de esa forma se mueren!-
Otras veces, la posesión de conocimientos infundados hace que no pocos recelen de la producción ecológica. La critican y condenan al fracaso achacándole, sobre todo, su imposibilidad de alcanzar las cotas de productividad de los sistemas intensivos o su dificultad para controlar determinadas plagas (esto lo discutiremos más adelante). Pero no menos son los que, también equivocadamente, la consideran una competidora de la agricultura convencional, conocedores de que cada vez son más las personas que se preocupan por lo que comen.
No estaría completa esta somera introducción a la Agricultura Ecológica si no somos capaces de exponer una definición de ella entendible por cualquier persona, vinculada o no al mundo agrícola. Y recurriendo, como antes decía, a su nombre y su apellido, piensen que ella misma se define: es agricultura y es ecológica, o sea que produce razonadamente. Para ello se sirve de una serie de técnicas que evitan el uso de aditivos químicos sintetizados industrialmente (insecticidas, fertilizantes, medicamentos...), obteniéndolos de forma natural, con lo que respeta el entorno y origina alimentos de máxima calidad. Es de matizar aquí que al decir ¿máxima calidad¿ se entiende ésta por ¿máxima naturalidad¿, ya que los productos se generan en condiciones libres de cualquier contacto con sustancias ajenas a los ciclos vitales naturales de animales y plantas, sustancias éstas que pudieran contaminarlos a ellos y al propio medio agrario del que forman parte. Y en conjunto, este ¿agroecosistema¿ es en parte responsable también de la salud del medio natural en que se encuentra albergado, ya que desgraciadamente no existen límites para la expansión de determinados residuos, como no existen para el soplo del viento o el arrastre del agua.
Al producir ecológicamente, además de no contaminar, se procura que dicho agroecosistema sea autosuficiente y sostenible. El ideal estaría en la interacción huerta-granja, donde se reducirían al máximo las pérdidas de energía y materia, al proporcionar, entre otras cosas, la una alimentos para el ganado y la otra tracción animal y abono natural para los cultivos.
A mí me gusta decir que la Agricultura Ecológica ¿produce como siempre, con técnicas de hoy y pensando en el mañana¿. Porque se trata, qué duda cabe, de un sistema productivo, necesario para la pervivencia del ser humano. Porque investiga y aplica modernas técnicas que no tienen porqué ser incompatibles con la conservación del medio. Y porque contribuye al desarrollo sostenible de nuestras zonas rurales. No creo que haya camino posible más corto a través del cual el hombre y la tierra lleguen a darse la mano.
