Andalucía Investiga
Un estudio publicado en la revista Oecología concluye que sistemas
forestales como el mediterráneo, donde la escasez de agua es un agente
limitante del crecimiento, no pueden responder como sumidero de dióxido de
carbono para compensar el efecto invernadero. La investigación, liderada por
Juan Carlos Linares desde la Universidad Pablo de Olavide, muestra cómo la
eficiencia en el uso del agua aumenta en las poblaciones analizadas, pero no al
mismo nivel en el que se incrementa la presencia del gas en la atmósfera.
La Cumbre
de Copenhague volvió a poner en evidencia la necesidad de reducir la
emisión a la atmósfera de los gases
de efecto invernadero, donde el dióxido de carbono (CO2) es el
gran protagonista. Pero mientras las grandes potencias y las economías
emergentes alcanzan un acuerdo de equilibrio entre las partes, científicos de
todo el mundo se afanan por buscar una solución para la reducción en la emisión
de estos gases y su fuerte impacto en el clima.
Una de las propuestas que se han realizado en este sentido sitúa a la
vegetación como el posible gran sumidero de CO2. Hay que tener en
cuenta que las plantas necesitan esta fuente para realizar la fotosíntesis,
consumiendo el carbono para poder crecer año tras año. Es por ello que algunos
expertos apuntan a que, al haber una mayor concentración de dióxido de carbono
en el aire, las plantas podrían captarlo cada vez en más cantidad. Esto
compensaría de alguna manera el impacto de la masiva emisión producto de la
actividad humana, suavizando sus efectos sobre el medio ambiente.
Para comprobar la validez de esta teoría, un grupo de científicos españoles
liderado por Juan Carlos Linares, investigador de la Universidad Pablo de Olavide, ha analizado los bosques de pinsapo (Abies
pinsapo) para conocer su eficiencia en el uso del agua, es decir, el
cociente entre cuánto carbono toma la planta en relación con el agua que
pierde. El estudio de este relicto abeto, con una presencia reducida al sur de
España y el norte de Marruecos, tiene su base en sus particulares
características, además de en su sensibilidad ante posibles cambios en el
entorno. Esto le hace, según los investigadores, un modelo ideal para predecir
el comportamiento del sistema mediterráneo.
La hipótesis de la que partimos en este estudio se centran en que, si estamos
aumentando la cantidad de CO2 que hay en la atmósfera, las plantas
crecerán más, perdiendo la misma cantidad de agua, o crecerán lo mismo,
perdiendo menos, señala Juan Carlos Linares. La conclusión final a la que han
llegado los investigadores apunta a que la vegetación puede responder al
aumento de dióxido de carbono en la atmósfera, pero hasta cierto límite. Según
el estudio, cuestiones como la competencia entre individuos y el estrés
hídrico impiden que la captación del principal gas de efecto invernadero se
incrementen al mismo nivel al que crece su emisión.
El agua, factor limitante
En su trabajo, los científicos han valorado la eficiencia en el uso del agua
en poblaciones de zonas secas y en poblaciones de zonas más frescas y húmedas.
Los resultados obtenidos se han contrastado con una curva teórica que refleja
el crecimiento óptimo en el uso de este recurso. En este sentido, los cambios
observados en poblaciones no limitadas por el estrés hídrico se asemejan
bastante al trazado de manera teórica. No es el caso de las poblaciones
situadas a menor altitud, con mayor competencia y problemas de acceso al agua.
Hasta bien pasada la mitad del siglo XX los valores están en torno a la curva
teórica, pero a partir de ahí se sitúan por debajo, especialmente desde 1980
coincidiendo con el efecto combinado del incremento de la temperatura y de la
presencia del CO2 en la atmósfera, afirma el investigador. Y es que los
resultados publicados en Oecologia muestran cómo desde la década de los 80
los individuos con mayor limitación hídrica ven limitada su capacidad de
seguir aumentando su capacidad de uso de agua.
Llega un momento en el que el efecto del estrés hídrico, reforzado con el
aumento de la temperatura, prevalece sobre la compensación que el dióxido de
carbono de la atmósfera podría ejercer. Esto se traduce en que en sitios donde
lo más limitante es la sequía, como es el caso de los sistemas mediterráneos,
no es en absoluto realista esperar que la vegetación pueda compensar el efecto
de la creciente emisión de gases de efecto invernadero, señala Juan Carlos
Linares. En esta línea, el estudio concluye que el supuesto papel de sumidero
de carbono es algo que no tiene un soporte empírico, ya que cuando otro
elemento pasa a ser limitante no se puede continuar aumentando esa eficiencia
en la captación del gas.