Investigadores del grupo Tecnología del Medio Ambiente de la Universidad de Cádiz, junto con el departamento de I+D+i del Grupo Ángel Camacho, han demostrado la viabilidad de producir abono procedente de distintos subproductos del procesado de aceituna de mesa.
Andalucía Investiga
La denominada olivicultura sostenible se basa en la
utilización de todos los materiales resultantes del proceso de obtención del
aceite. Actualmente, el alperujo procedente de las almazaras y otros
subproductos del sector agroalimentario se están utilizando como abono. Se
trata de una forma de aportar valor a los residuos, fertilizando los propios
suelos del olivar, sin utilizar abonos químicos. Sin embargo, hasta el momento,
no existía ningún estudio que evaluara desde la perspectiva científica la
posibilidad de utilizar los desechos generados en la industria de la aceituna
de mesa y obtener de ellos un beneficio ambiental y económico.
Por ello, investigadores del grupo Tecnología del Medio
Ambiente de la Universidad
de Cádiz, junto con el departamento de I+D+i del Grupo Ángel Camacho han
concluido un trabajo que demuestra la viabilidad de producir abono procedente
de los subproductos del procesado de aceituna de mesa. El proyecto ha sido
financiado con 40.000 euros por la
Agencia de Innovación y Desarrollo de Andalucía (IDEA).
Aunque actualmente las investigaciones abordan la aplicación
del alperujo y otros residuos procedentes del proceso de obtención de aceite,
la novedad de este proyecto estriba en que es la primera vez que se utilizan
Subproductos Orgánicos del Procesado de Aceituna de Mesa (SOPAM). En concreto,
los investigadores utilizan lodos industriales derivados de las operaciones de
procesado, materiales procedentes de la molturación del hueso de la aceituna
previa a su utilización como fuente de biomasa en calderas y poda de olivar.
Tras el análisis de estos residuos, los expertos de la UCA han demostrado la
viabilidad del proceso de compostaje de de distintas mezclas de estos
materiales. Con esta información, el Grupo Ángel Camacho trabaja ya para que
dicho fertilizante pueda ser etiquetado como ecológico y sea apto de ser
utilizado como enmienda orgánica en agricultura sostenible.
Durante este año, la empresa realizará ensayos en un pequeño
invernadero experimental. En él probarán con diferentes concentraciones de
fertilizante y con distintas variedades de olivar. Tras evaluar los
resultados, nos plantearemos la posibilidad de extrapolar estos estudios a
escala industrial al objeto de gestionar de forma interna el 100% de los
subproductos generados, explica el director de I+D+i de la firma, Jorge Gómez
Carretero.
Acción bacteriana
Según explica el investigador responsable del proyecto en la Universidad de Cádiz,
José Luis García Morales, se basa en el compostaje tradicional al aire libre,
mediante el método de apilamiento y volteo.
Con esta técnica, los compuestos van fermentando gracias a
distintos microorganismos y se obtiene un compost libre de compuestos tóxicos
para el desarrollo de los cultivos. Para ello, los expertos utilizan diferentes
mezclas de los subproductos, a los que añaden material nitrogenado y aporte de
restos de poda de olivar como material estructurante. Por tanto, se trata de un
proceso aeróbico, biológico y realizado en condiciones controladas.
El resultado es un abono orgánico que supone una alternativa
a los métodos tradicionales de gestionar los residuos del proceso industrial de
obtención de aceituna de mesa. Hasta ahora, parte de los SOPAM acaban en el
vertedero o, en su mayor proporción, se envían a una extractora para la
obtención de aceite de orujo. No obstante, este proyecto plantea una gestión
interna de estos subproductos. La ventaja económica y medioambiental es clara,
ya estamos gestionando un subproducto que en la actualidad es procesado de
forma externa, mediante su utilización como enmienda orgánica, explica Gómez.
Además de este aprovechamiento agronómico, los
investigadores de la UCA
(José L. García Morales y Miguel Suffo Pino), han comprobado en el estudio de
viabilidad el potencial calórico de los subproductos. Esta característica abre
la posibilidad de su utilización como fuente de energía. Habría que estudiar la
manera de acondicionarlos previamente para poder ser utilizados desde un punto
de vista no agronómico, sino energético, matiza el responsable de I+D+I del
grupo Ángel Camacho.